La académica comparte algunos pensamientos sobre esta obra literaria y su relación con la psicología.
El 20 de mayo, con motivo del Día del Psicólogo, la Mtra. Mariana Oregel Mendoza hizo la interesante presentación del tema “Responsabilidad Afectiva: creando vínculos sanos” por invitación de la Mtra. Claudia Berenice Vera Amaro, Directora del Programa de Psicología.
La charla, sustanciosa y amena, conectó a los estudiantes con temas tan actuales como las llamadas “relaciones tóxicas” y fenómenos tan difundidos como el “gaslighting” (manipulación sutil hacia una persona haciéndola dudar de sus propias opiniones y posturas) y el “ghosting” (alejamiento y silencio de una persona en una relación de atracción o afectiva sin dar ninguna razón a la persona a la que se abandona).
La responsabilidad afectiva, sería, de acuerdo con esto, contraria a la toxicidad y al control, a la manipulación y al abandono sin explicación en las relaciones interpersonales.
El día continuó y el tema quedó suspendido en mi mente. Mientras enviaba y recibía mensajes serios, reflexivos o graciosos sobre el Día del Psicólogo, comencé a conectar la charla de la mañana con uno de mis pasajes favoritos de la literatura: “El Principito y El Zorro”, del sublime Antoine de Saint-Exupéry. Este gran autor, en boca del entrañable Zorro, nos enseña con su sabia sencillez, cómo construir sanamente una relación y cómo dejarla ir de la misma manera.
Cuando el Zorro se acerca al Principito, le pide vehementemente que lo “domestique” y, ante la insistencia del joven príncipe en entenderlo, se toma el cuidado de dejárselo bien claro: domesticar significa “crear lazos” y paulatinamente permitir que una persona se vuelva especial para nosotros, valorarla, tratarla bien y crearle un espacio único.
Esa persona, que anteriormente no representaba nada especial y era igual a todos los habitantes del mundo, comienza a cobrar importancia y a darle luz a nuestros días, al grado de preparar y esperar con ilusión cada uno de los encuentros para experimentarlo como un momento único. Y no sólo eso: un encuentro así trasciende sin duda a la propia relación, puesto que el Zorro aprendió a darle significado también a otros elementos que lo vinculaban con el Principito.
La inevitable partida llegó y el Zorro no tuvo reparo en admitir que lloraría. El Principito lo responsabilizó por haber sido él quien deseó ser domesticado, pero el Zorro no se arrepintió en lo absoluto: lo ganado en aquel encuentro sería recordado cada vez que viese el color del trigo o el titilar de las estrellas. Y aún más, con el ánimo triste, pero con el corazón pleno, el Zorro le dijo que lo que realmente les aportaba valor era el tiempo que habían invertido el uno en el otro. Al final, el Principito, que siguió su búsqueda, aprendió la lección que el Zorro le dio a costa de su propia vivencia: “soy responsable de mi rosa”. Y sólo esa transformación hizo que su paso por el Planeta Tierra valiera la pena.
El concepto “responsabilidad afectiva” destaca la importancia y el valor de respetar a los demás en situaciones de exposición y apertura emocional. Recientemente, esta idea ha cobrado mayor peso y se le ha puesto nombre a la necesidad de cuidar y hacer cuidar los sentimientos de todos, que, no es exagerado decir, son lo más valioso y vulnerable que tenemos.
Los alumnos realizaron una práctica en laboratorio, donde conocieron técnicas de azúcares reductores.
Actualmente, no existe una cura para el Parkinson, pero sí hay tratamientos disponibles para ayudar a controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida.
En colaboración con CINTANA Education, el evento impulsó el intercambio de experiencias y la construcción de una red académica regional.
El acuerdo fue firmado en la Ciudad de México por el Vicerrector Administrativo de la UAG, Mtro. Juan Carlos Leaño del Castillo, y el Dr. Timothy Killeen, President of University of Illinois System.