En muchas ocasiones de lo único que somos responsables es de nuestra actitud; ésta, supera a la motivación, multiplica resultados y, si se dirige y es usada de manera adecuada, trae beneficios positivos para las personas, destaca el Dr. Juan Pablo Aguilar Meza, quien imparte la clase de liderazgo para la Maestría en Administración de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG); es Cofundador y Director del Instituto de Reingeniería Actitudinal (INDRAC) y autor del libro Reingeniería Actitudinal: la ciencia y el arte de potenciar la actitud
El experto comentó que la carencia o incapacidad del manejo de la actitud es lo que causa que las personas no alcancen sus metas; por otro lado, un individuo que la usa de manera inteligente y se “mueve”, multiplica sus resultados.
“Si no encuentras un milagro, conviértete en uno. Podemos clasificar la actitud en tres tipos de actitud; la productiva: la que produce resultados, no basta con tener una intención positiva, hay que conseguir actitud para crear resultado. Por otro lado, está la actitud reactiva, la cual mueve al individuo según el interés o humor del mismo para realizar actividades. Para terminar, está la actitud reductiva, a pesar de saberlo todo y tener la capacidad, la persona no trabaja para alcanzar metas”, explicó.
Detalló que, en el contexto laboral, aproximadamente el 80% de las personas tienen actitudes reactivas y que es difícil encontrar a aquellas con una actitud productiva. Agregó que la falta de compromiso es lo que causa el desinterés en conseguir metas lo que baja la productividad, ya que las personas no se sienten o no están comprometidas con la causa.
“La paradoja de la actitud es que para mejorarla no nos debemos enfocar en ella si no en sus componentes para así identificar cuál presenta la distorsión y proceder con la intervención”, agregó.
El Dr. Aguilar Meza comentó que para conocer nuestra actitud y poder mejorarla, la persona debe analizar su identidad, valores, creencias, predisposiciones, motivación y autopercepción los cuales son los elementos que forman las actitudes.
“Debemos analizar nuestro entorno, encontrar dónde estamos; puede ser a nivel personal, con quién nos relacionamos, el lugar donde vivimos, laboramos y pasamos el tiempo; las creencias, valores y la predisposición hacia las cosas. Entender la motivación y desmotivación, ambas son la puerta de entrada para la actitud”, aseguró.
Luego recomendó revisar la autopercepción o “cómo nos percibimos al momento de estar en aquella situación, con aquella persona o realizando la actividad en la que necesitamos mejorar nuestra actitud”, éste elemento es el bosquejo para dar el primer paso para tener una mejor actitud. Mencionó que identificar nuestra actitud a mejorar, la que tomamos ante el trabajo, la vida, la familia, la religión y otros elementos de la vida, es el primer paso para entender cuáles son nuestras oportunidades de mejora.
“Motivación y actitud se confunden; sin embargo, son diferentes: la motivación es como encender un cerillo, es menor el esfuerzo, pero es efímero, se paga pronto; mientras que la actitud es una fogata; es un proceso personal largo, que puede durar mucho tiempo encendido y dar más luz”, analizó.
No obstante, el doctor señaló que antes de tomar decisiones, se debe tomar en cuenta que hay patologías mentales que dificultan el proceso de reingeniería actitudinal de las personas y se necesita la opinión de quien le esté dando tratamiento antes de poder intervenir.
Reingeniería Actitudinal
El INDRAC (Instituto de Reingeniería Actitudinal) fue fundado en febrero de 2014 con el apoyo de una red de expertos comprometidos con la mejora de la actitud. Su metodología es interdisciplinaria entre éstas, la logoterapia creada por el psicólogo austriaco, Viktor Frankl, con más de siete años de vida; su propuesta, con éste, es conseguir más y mejores resultados.